sábado, 23 de mayo de 2020

Estridente Apolo




Hiere su mano Dios sobre la frente de los hombres,
su guante de tormenta sacude parpados de enjambres
fingiendo un enroscado pensar de espumas y mares
amotinando leves corrientes, 
padeciendo histérico coraje;
sobre continentes: tempestades

El silencio de los hombres, los mentecatos del chillido  
voceros del calambre
ungen sus pies, los resentidos, escuecen sus amuletos  azabache
es la tetraplejica fortuna que desdice todo con su pereza imperante,
es la purpurea dilación histórica, el punto de encuentro: el desastre

Sobre los cuerpos amoratados por la barbarie
espiga el cruento semblante: una sombría herida, una sombra galopante;
dormita el pueblo afligido por los caprichos de los dioses
sus intrigas, sus traiciones y linajes

Es la mitología prima de un Olimpo, nutrido por nepotismo y sangre
el predilecto acertijo de la vida, la carroña y la raigambre
el rictus de horror impreso sobre el manto sacro de la madona recalcitrante
un manto de cal viva y correaje
lloraré las cruces 
sobre el monte Calvario, el letargo de los corazones, el hambre
seré el basilisco de las furias entrenadas en un padecer diletante.

Ante una televisión corroida reposa el cadaver del hombre,
enmudece el grito de nadie.

César Maltrago






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